No es una indulgencia ni indiferencia, sino respeto y el entendimiento de que las diferencias en cultura, formas de expresión y creencias nos enriquecen.
Mirtha Hernández Gaceta UNAM| Nov 17, 2022. La tolerancia no es una indulgencia ni indiferencia, sino respeto y el entendimiento de que las diferencias en cultura, formas de expresión y creencias nos enriquecen. Es decir, es un primer paso para construir democracia.
Así lo afirma Claudio Arturo Tzompantzi Miguel, de la Facultad de Psicología, con motivo del Día Internacional para la Tolerancia, que se conmemoró el 16 de noviembre y fue instituido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1996, con el propósito de buscar la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos.
“Algo esencial en este día es el respeto a la otredad, a la diferencia, lo que nos hace una sociedad más equitativa, plural, y democrática. Una de las tareas más relevantes de la vida es aceptar la diferencia.”
Es más que una aceptación pasiva del otro, es comprender cómo se desarticula la intolerancia, que adquiere formas de injusticia, violencia, discriminación, marginación, etcétera.
La tolerancia, agrega el académico, está enmarcada por preceptos como justicia, no violencia, compasión –es decir, que todo el mundo esté libre de sufrimiento–, la creación de comunidad.
Esos preceptos son fundamentales hoy que las sociedades sufren una polarización a partir de ideas, creencias y valores, por conceptos como raza, clase, género, orientación sexual para calificar a los “otros”.
“Todos, todas, todes somos en algún momento un otro. Estas ideas y creencias hacen pensar que unos somos más que otros y así se crean diferencias, condiciones de desigualdad, valores, actitudes que tenemos hacia la otredad.
“Por ejemplo, ante la migración pensamos que esos otros vienen a robarnos algo propio: nuestro trabajo, la tierra, nuestra cultura y entonces tenemos una idea de que son nuestros enemigos. Al verlo así, –que es una forma de intolerancia– negamos también que su diferencia puede ser enriquecedora”, indica el experto en temas de derechos humanos y género.
Actualmente, los problemas de intolerancia tienen que ver con la discriminación, el odio hacia las mujeres, la homofobia –odio hacia cualquier otra identidad sexopolítica que no sea la heterosexual–, el nacionalismo exacerbado.
Cuestiones de género y raciales
El universitario detalla que en nuestro país son preocupantes los problemas por cuestión de género. Por ejemplo, en el caso de las mujeres, se piensa que su lugar es el hogar, que deben ser madres, sumisas y cuando rompen con ello, no se acepta.
Están también los problemas raciales. Aunque la mayoría de la población en México es morena, persiste la visión de que a quien se le dan los trabajos y oportunidades es a las personas de tez blanca.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, 73.3 por ciento de los mayores de 15 años en el país considera que la clase social es el principal motivo de discriminación en nuestra nación.
Además, 24.2 por ciento dijo que no le rentaría un cuarto a una persona con VIH-Sida; 24.2 por ciento a un inmigrante; 22.5 a un gay o lesbiana y 16.4 por ciento a alguien de un partido político distinto al de su preferencia.
De igual forma, 11.5 por ciento de los encuestados expresó que no le rentaría a una persona de una religión distinta, 6.5 por ciento a un adulto mayor, 6.2 por ciento a una persona con discapacidad, 5.5 por ciento a quien tiene la piel morena y 5.4 por ciento a un indígena.
“La intolerancia la podemos entender como una mente cerrada, que no es plural, que tiene miedo a ver la diferencia o no sabe qué hacer con ella. Estas mentes cerradas producen y reproducen estas ideas de ver al otro como enemigo, pero hoy nada es cerrado, todo es abierto y cambiante”, asegura el universitario.
¿Cómo lograrla?
Tzompantzi Miguel detalla que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura establece varios aspectos para trabajar en favor de la tolerancia. Uno es contar con un marco legal que busque la igualdad entre hombres y mujeres, que protejan los derechos indígenas, de grupos desfavorecidos.
La educación también es crucial; si la intolerancia surge de mentes cerradas que adoptan ideas y creencias como verdades absolutas, aquélla debe fomentar el cuestionamiento de esas creencias, así como la escucha al otro.
Además, debe inculcar el no dañar a los otros por ningún motivo. “Es darnos cuenta que el otro es digno, es una vida que vale igual que la nuestra y que las personas siempre estamos en convivencia”.
El acceso a la información es importante para que la población cuente con datos veraces, oportunos, relevantes que le permita romper con ideas y creencias que generan intolerancia, a fin de poder construir democracia y paz.
“También está la toma de conciencia, lo que hacemos individualmente: qué opino de las mujeres siendo hombre y de la violencia que están viviendo, así como de la diversidad sexual y de género que cada vez conocemos un poco más y va más allá de una supuesta naturaleza y heterosexualidad; cuál es nuestra actitud sobre el racismo y el clasismo… ¿Una persona vale por sus pertenencias, por cómo viste o su tono de piel?”, cuestiona.